miércoles, 11 de marzo de 2015

National Geographic
Geografía Nacional pero,
de todas partes del mundo
La impenetrable Carcasona
Didier Sylberyng / ACI
Tras atravesar la puerta almenada de Narbona y
cruzar un puente levadizo sobre un foso hoy seco,
se entra en Carcasona, una de las ciudadelas
mejor conservadas del Medievo francés.
Es entonces cuando se revive la sorpresa que
recibían los invasores al descubrir que allí les
esperaba una segunda muralla.
Medieval hasta la médula y Patrimonio de la Humanidad,
la visita a la Cité, la ciudad guardada dentro, hace viajar
a tiempos de blasones, armaduras y ballestas que
ahora engalanan tiendas, restaurantes y hoteles.
El perfecto lienzo de Ávila
Luis Martín / Shutterstock
Ávila está rodeada por una muralla llena de
historia, que en su día fue un hito de la arquitectura
medieval y hoy es una de las más extensas
y completas que se conservan.
Patrimonio de la Humanidad junto al
centro antiguo de la ciudad, la mejor forma
de admirar su silueta y dimensiones es caminar
por el paseo que sobrevuela este adarve de
2,5 km de perímetro.
La del Peso de la Harina, por ejemplo, da acceso
a la plaza de la Catedral, mientras que la
del Alcázar se abre a la plaza de Santa Teresa,
llena de mesones.
Tallin, la hermosa dama del Báltico
Günter Gräfenhain / Fototeca 9 x 12
Campanarios y torres fortificadas sobresalen en
el centro de Tallin como lo hacían en la Edad Media,
cuando la capital Estona reinaba con su puerto en
el comercio por el mar Báltico.
Declarada Patrimonio de la Humanidad, el mejor
punto para divisar el barrio medieval de Vanalinn
es la colina de Toompea, aún rodeada 
por 2 km de muralla.
Acoge, además, dos catedrales, palacios
como el barroco que hoy aloja el Ayuntamiento y
casas medievales, muchas transformadas en
tabernas, cafés  y tiendas de artesanía.
Los Alpes suizos en tren
Werner Dieterich / Corbis
Chur es la capital del montañoso cantón
de los Grisones (Suiza oriental) y una de
las ciudades más antiguas de los Alpes.
En tiempos remotos fue paso de rutas
comerciales y hoy se ha convertido
en el nudo de los trenes turísticos.
Inaugurado en 1912, el Arosa Line en la
imagen, el viaducto Landwieser inicia su
camino en Chur y, en solo una hora, cubre
26 km y 1.000 m de desnivel, inmerso en
una naturaleza majestuosa, hasta el
pueblo de Arosa. Algunos tramos de estas
líneas están declarados Patrimonio de la
Unesco por la proeza de su ingeniería.
Islandia, bajo el firmamento de Vesturland
Vicenzo Mazza / Fototeca 9X12
Una escapada en invierno a la isla de hielo y
fuego es una ocasión para admirar las
auroras boreales que en las noches
despejadas salen a bailar por el cielo.
La península de Snæfellsnes, en el oeste
islandés, está considerada un lugar
excelente para mirar las luces polares.
La oferta de actividades en la zona incluye
la visita al pueblo de Hellissandur y su museo
sobre los marineros locales, una ruta por el
Parque Nacional Snaefellsjökul hasta el glaciar
del volcán Snaefells, y también propuestas
vinculadas a las auroras: desde seguir su reflejo
en el agua mientras se navega en bote por un
lago a relajarse mirando el cielo desde un típico
hot pot, los jacuzzi de agua caliente y al
aire libre que hay en muchas cabañas-hotel.
Noruega, cielos boreales en las Islas Lofoten
Olaf Krüger / Age Fotostock
De enero a marzo, el espectáculo de
la naturaleza hace su aparición en el cielo
escandinavo iluminando las largas noches polares.
Las auroras boreales entran en Noruega
por las islas Lofoten y ascienden por la
costa hasta difuminarse en el mítico Cabo Norte.
En invierno se organizan viajes que
incluyen cursos para fotografiarlas, rutas
en moto nieve y en trineo de perros, y
paseos en barco por los fiordos bajo
el cielo iluminado. Durante la estancia
se puede dormir en hoteles de hielo y en rorbu,
cabañas tradicionales habilitadas como alojamiento.
Italia, el espectáculo de los Dolomitas
Manfred Bortoli / Fototeca 9x12
Una forma de admirar los montes Dolomitas
(Patrimonio de la Humanidad) es acampar
y contemplar sus cimas con las estrellas
de fondo y rodeados del silencio
que regala la naturaleza.
Esto resulta especialmente emocionante
en el Parque Natural Paneveggio-Pale di San
Martino, en el Trentino oriental, una reserva
de abetales, picos que rozan el cielo y los
valles de Canali, Venegi y Vanoi, unidos
desde 1863 por el legendario Passo Rolle.
En el sur destaca San Martino di Castrazzo,
un histórico pueblo de esquí del que parten
rutas con raquetas de nieve y en carros de
mulas, así como telesillas a pistas y teleféricos
que suben a las cimas circundantes.
La Villa Welsperg, antiguo coto de caza,
acoge la casa visitantes del parque.
Canarias, Tenerife luminoso
Getty Images
Cuando anochece en Tenerife surge
en el cielo un océano lleno de estrellas.
La isla canaria es uno de los mejores enclaves
del planeta para contemplar el firmamento
en cualquier época del año, gracias a la
calidad de su atmósfera y a un clima benigno.
Hay empresas que organizan caminatas
hasta la explanada del Observatorio del
Teide (2.390 m), dentro del Parque Nacional
de las Cañadas del Teide y situada por
encima de un mar de nubes que frena la
contaminación lumínica de las poblaciones costeras.
La excursión para disfrutar del cielo nocturno
puede iniciarse en los Roques de García, un
paraje volcánico que parece de otro mundo.
Los organizadores llevan telescopios de
pequeño tamaño para que los participantes
puedan descubrir las estrellas, planetas
y constelaciones más brillantes.
El acueducto sobre el río Gard, en Francia
Oleg Znamenskiy / 123RF
El Pont du Gard es uno de los acueductos
antiguos más altos y mejor preservados del mundo.
Destaca, además, por la maestría de su
ingeniería y la naturaleza que lo envuelve.
Fue construido bajo los imperios de Claudio
y de Nerón (siglo I) para permitir el tránsito
de personas, tropas y carruajes, y
canalizar el agua hasta Nemausus.
Ello propició que se crearan termas,
fuentes y baños, cuya huella
aún puede contemplarse.
Una senda lleva hasta la base del puente y
un museo narra su historia, mientras en verano
se realizan paseos en kayak y espectáculos
nocturnos de luz y sonido. Es Patrimonio de
la Humanidad y Grand Site National de France.
La colosal frontera de Adriano en Inglaterra
Clearview / ACI
Durante la época de ocupación romana de
Britania (siglo I), el emperador Adriano hizo
construir un muro de costa a costa para
defender el límite norte del Imperio. Aquel
adarve que separaba los páramos ingleses
de las Tierras Altas escocesas tenía gruesos
muros (5 m de alto por 3 de ancho), decenas
de fuertes y multitud de torres
de vigilancia. Declarado en 1987 Patrimonio
de la UNESCO, el Muro de Adriano es hoy el
eje de una atractiva ruta de 117 km que,
entre las localidades de Newcastle-upon-Tyne y
Carlisle, se puede recorrer por etapas a pie
o en bicicleta, mientras se bordean colinas y
lagos, y se visitan pueblos y restos romanos.
El Puente romano de Córdoba
Jean-Pierre Lescourret / Corbis
El mejor momento del día para contemplar
el Puente Romano de Córdoba es al anochecer,
cuando los últimos rayos del sol doran sus muros
y al fondo se ilumina el barrio histórico,
creando juntos una majestuosa visión.
La pasarela sobre el río Guadalquivir empezó
a construirse en época de dominio romano
(siglo I a.C.) y fue el único acceso a la
ciudad hasta no hace mucho.
Con 331 metros de largo, 9 metros de ancho y
16 sólidos arcos, hoy da paso peatonal al barrio
de la Mezquita-Catedral cordobesa que, junto
al Alcázar de los Reyes Cristianos y el Palacio
Episcopal, compendia más de 2.000 años de
historia y es Patrimonio de la Humanidad.
El paraíso de Claude Monet en Giverny
Tim Gartside / AGE Fotodtock
Monet vivió desde 1883 hasta su muerte en
1926 en la encantadora aldea normanda de
Giverny, en una casita pintada de
rosa y rodeada de jardines.
La Maison et Jardins de Claude Monet son
hoy un exquisito legado en el que los aficionados
al impresionismo pueden visitar
rincones apreciados por el pintor.
Allí están su hogar y el estudio, decorados
con cuadros y una excepcional
colección de estampas japonesas.
Amante de la jardinería, Monet creó junto
a la casa el Clos Normand, con parterres floridos
todo el año, y el Jardin d’Eau, con el estanque,
el puente japonés y las plantas que
inspiraron su célebre cuadro Nenúfares.
La romántica Villa d'Este, en Tívoli
Guido Cozzi / Fototeca 9 X 12
La Villa d’Este nació de un sueño.
Cuando el cardenal Hipólito II (hijo
de Lucrecia Borgia) llegó en 1550 a Tívoli
para ser gobernador, se instaló en un palacete
que solo era la sombra de su esplendor pasado.
Hasta que un día tuvo el sueño de
revivir en él lo mejor del arte italiano.
Reformó el edificio, lo rodeó de jardines y
lo convirtió en una joya del Renacimiento
que hoy es Patrimonio de la Humanidad
y sede de exposiciones.
La Fontana dell’Ovato, cae en cascada a un
estanque que preludia el sendero de las Cien Fuentes.
Las Bardenas Reales
Paul Williams /ACI
La erosión ha esculpido los montículos de
arcilla y formas fantásticas que se admiran en
las Bardenas Reales, declaradas Parque Natural
en 1999 y Reserva de la Biosfera un año después.
En este territorio despoblado de 45 kilómetros
de largo y 24 de ancho, las formaciones más
singulares son las columnas puntiagudas, la
de Castildeterra, que adquieren tonalidades
distintas según sea la luz del día.
El pueblo de Arguedas es la puerta a este
laberinto de caminos, torrentes secos y vaguadas
que se recorren a pie, en bicicleta y en todoterreno.
Las rutas conectan los ecosistemas del parque y
llevan a lugares como la ermita del Yugo,
sobre una loma con vistas, y al castillo de Peñaflor
(siglo XII), vestigio del pasado como
enclave fronterizo de este lugar.
La mítica Calzada del Gigante
Olimpo Fantuz / Fototeca 9X12
La Calzada del Gigante es uno de los enclaves
naturales más visitados de la costa irlandesa del Ulster.
Aunque los geólogos afirman que se creó a
partir de lava hace 60 millones de años, la
leyenda cuenta que fue obra del gigante
irlandés Finn McCool, quien la construyó
para llegar a Escocia y ver a su amada.
Este prodigio natural, declarado Patrimonio
de la Unesco en 1986, está formado por más
de 30.000 bloques hexagonales de basalto que
descienden escalonadamente hasta el mar.
En el pueblo de Bushmills, destilerías de ron
y pubs, nace un sendero costero que pasa
por la panorámica punta de Chimney Tops y
deja ver las singulares rocas de El Arpa,
Los Órganos y Los Ojos del Gigante.
Göreme y las chimeneas de las hadas
Schmid Reinhard / Fototeca 9X12
La región de la Capadocia alberga un paisaje
de roca toba que parece más onírico que real.
Su máxima expresión se halla en el Parque
Nacional de Göreme, Patrimonio
de la Humanidad (1985).
El llamado Museo al Aire Libre se sitúa a 1,5 
kilómetros del pueblo actual, que ofrece
hoteles y restaurantes instalados entre pináculos.
Göreme esconde rincones llenos de magia como
el Valle del Amor, del que emergen
las «chimeneas de las hadas».
También hay grutas que esconden iglesias
bizantinas con frescos medievales y viviendas
antiguas horadadas con pasadizos y hasta
seis pisos de profundidad que servían para
protegerse de los invasores. Además de las
rutas a pie, vale la pena subir en globo
para contemplar el valle desde el cielo.
Los impactantes Montes Dolomitas
Olimpio Fantuz /Fototeca 9X12
Los Alpes muestran su cara más
fantasiosa en las moles de los Dolomitas.
Desde cualquier punto que se contemplen
ofrecen un espectáculo de muros de roca y
crestas afiladas cuya composición geológica
hace que se tiñan de color
rosáceo con la luz del sol.
Su vertiente más agreste emerge al norte
de Cortina d’Ampezzo, una localidad de
esquí rodeada por aldeas de aspecto tirolés
y algunos de los valles alpinos más bellos.
Cortina es la puerta al Parque Natural de los
Dolomitas de Sesto, donde destacan las
Tres Cimas de Lavaredo, las
más emblemáticas del macizo.
Sus agujas se yerguen sobre un pedestal
por encima de bosques de alerces y prados
de lirios, en invierno ocultos bajo la nieve.
La muralla natural de Cuenca
Javier Soto Vázquez / Age Fotostock
La imagen más emblemática de Cuenca
es la de sus Casas Colgadas, cuyos balcones
de madera y ventanas enrejadas se asoman
a la hoz del río Huécar. Estos edificios de la
Cuenca histórica empezaron a construirse
así de agrupados en el siglo XIV por motivos defensivos.
Entre los originales se conservan la Casa
de la Sirena y la Casa del Rey, que ahora es
el Museo de Arte Abstracto Español, donde
las piezas modernas se exponen entre
celosías góticas y artesonados mudéjares.
Detrás de las Casas se abre el barrio
antiguo de Cuenca, que es Patrimonio
de la Humanidad (1996).
La mayoría de sus calles estrechas confluyen
en la Plaza Mayor en la que, junto a mesones
tradicionales, se reúnen la Catedral, el Museo
Diocesano y el Ayuntamiento de la ciudad.
Bordeando la Península de Dingle
Autor de fotografía ACI
Algunos de los parajes más intactos de Irlanda
se esconden en la península de Dingle,
el punto más occidental de la Isla Esmeralda.
En el pueblo de pescadores de Dingle nace una
carretera que serpentea por este brazo de
tierra, entre colinas tapizadas de color
verde intenso y bahías que cobijan aldeas
encantadoras como Ventry y Dunquin.
A lo largo del recorrido se ven las típicas
cabañas con forma de colmena y los vestigios
históricos del fuerte de Dunbeg (Edad de Hierro),
el oratorio Gallarus (siglo VI) y la abadía de Riasc (VII).
Tras bordear el promontorio de Slea Head,
las islas Blasket emergen de las aguas del
Atlántico, justo enfrente de la punta de Dunmore
Head, el mejor mirador de los lindes de Irlanda.
Las Highlands mágicas de Harry Potter
Scpttish Viewpoint / ACI
El viaducto de Glenfinnan resulta muy familiar
a los seguidores cinematográficos de Harry
Potter, la saga escrita por J. K. Rowling.
En varias de sus películas, los protagonistas
viajan desde el andén 9 ¾ de la estación
londinense de King’s Cross hasta el colegio
Hogwarts de magia, a bordo de un expreso
de vapor rojo que circula sobre los 21 arcos del viaducto.
El escenario original se localiza en las evocadoras
Highlands occidentales, una región escocesa
de vastos páramos y apenas habitantes.
A poca distancia se hallan el lago Shiel –navegable
en pequeñas barcas– y la tradicional aldea de
Glenfinnan, cuya estación tiene un museo
dedicado a la época dorada de la línea
férrea West Highland, que sigue activa.
Transilvania y el mito de Drácula
Autor de fotografía 123RF
La cordillera de los Cárpatos abraza Transilvania,
una región de bosques, pueblos tradicionales
y castillos impregnados de leyendas,
como la de Vlad Tepes.
La historia de este sombrío príncipe rumano
apodado «el Empalador» por su crueldad,
pero considerado héroe nacional por sus gestas
militares– inspiró al irlandés Bram Stoker
la novela Drácula (1897), llevada
al cine en muchas ocasiones.
El protagonista del libro es el eje de una
popular ruta que se inicia en la medieval
Sighisoara, donde la casa natal de
Tepes acoge hoy un mesón.
Siempre hacia el sur, la huella del príncipe
aparece en la amurallada Brasov y en el
castillo de Bran (XIV), erigido sobre un risco
desde el que se vigilaba el paso
fronterizo del sur de los Cárpatos.
Toscana, una fiesta para la vista
Fabio Muzzi / Age Fotostock
La Val d’Orcia concentra toda la belleza de
la región toscana. Su paisaje, inmortalizado
en frescos del Renacimiento, se desvela en
suaves colinas salpicadas de cipreses, viñas,
olivos y un manto de florecillas que varían
según la estación del año, desde las amapolas
primaverales al azafrán otoñal. El hermoso
valle, declarado Patrimonio de la Humanidad
por su encanto artístico y natural, se recorre
en coche por sinuosas carreteras, aunque
también hay senderos para seguir a pie, en
bicicleta o a caballo, y que se dirigen a villas
rurales, abadías y pueblos fortificados. Es
imprescindible visitar Pienza, joya renacentista
el pueblo también está en la lista de la Unesco
San Quirico d’Orcia, Radicofani y la cuna
del reputado vino brunello, Montalcino.
Ruta del Chianti en la Toscana
Heinz Wohner / Gtres
El Valle de Chianti es una comarca de larga
tradición vinícola que da nombre al famoso
vino italiano y a una ruta que reúne pueblos,
abadías y castillos, y que visita bodegas,
enotecas y casas de agroturismo.
Entre Florencia y Siena, la Strada Chiantigiana
serpentea entre suaves colinas sembradas
de vides, olivos y cipreses que dan la bienvenida
a pueblos fortificados donde se elabora el tinto chianti.
Entre las etapas más bellas se hallan Greve,
apiñada sobre un cerro; Radda, coronada por
su viejo castillo; Gaiole, con iglesias que
se asoman sobre las murallas; el castillo
de Brolio, la mayor bodega de la región; y
Castellina, con sus silos cilíndricos, palazzos
renacentistas y la pintoresca Via delle Volte,
un callejón medieval cubierto
por arcos y lleno de leyendas.


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